CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
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MEMORIAS DE AFRICA

Mi amigo es Sinforiano, de Cagaspurcio de la Sierra, un pueblo ya desaparecido en las montañas de Burgos. Yo soy Sisebuto, de El Boñigar, en las montañas de León. Mi amigo tiene una folla amiga que es del Senegal, hermosa y negrita como ella sola. Se llama Paloma.

Un día de Pascua, él se la encontró en un Club de alterne, en Belorado, Burgos. Ella le pidió dinero, y él le dijo: -Vente conmigo. Para consolarla, en el camino le recitó unos versos de su cosecha:

Ay, de mi paloma negra

Que perdió su palomar.

Ahora serás sombra estremecida

Del palomo de Cagaspurcio de la Sierra”.

Cierto día, quedamos en hacer una barbacoa en el Monte Valonsadero, de Soria, donde él prometió dejarme yacer con ella “para que viviera en ella las Memorias de África”.

-¿Es que no os queréis?, le pregunté yo a mi amigo.

-Sí que nos queremos, me contestó. Lo que pasa es que ella está acostumbrada a que otros palomos guarreen entre sus sábanas.

-El polvo con ella será de noche, mi amigo prosiguió. Los cristianos enamorados lo hacen de noche, aquí como allí.

-Ay, amigo de mi corazón, mi gallo nunca ha montado una negra gallina, le dije yo.

Llegó el día. Después de gozar de la barbacoa, llegó la noche. Mi amigo, dirigiéndose a nosotros dos, dijo:

-Adiós, Paloma negra, de nieve serán esta noche tus plumas, tu clítoris rosa entonará un alegre cantar, volverás a remontar las alturas porque te vas con un agraciado palomo con quien vas a gozar de verdad.

Y tú, amigo Sisebuto, síguela, persíguela, acéchala ya, y junto a las pinturas rupestres fóllala, con tus garras de acero abrázala y clava en sus rosados labios tu picha hasta morir o matar.

Yo, nervioso, la seguí hasta las pinturas rupestres. Allí, ella, mientras se quitaba la ropa interior, se tiró un pedo. Yo, en vez de reprenderla, le dije:

--Anuncia Amor, que Sisebuto te dará.

Menos mal que había algo de luz de luna. La pícara Paloma hizo de mí lo que quiso ella. Yo hice con ella lo que me dio la gana.

-¿Has visto el coño de una gallina negra?, me preguntó.

Yo le contesté:

-No.

-Pues mira, en mi Coño verás toda África, me contestó.

Yo miré y me quedé encantado. De muy buena gana me corría. Los pañuelos con los que ella se limpiaba, les guardaba para Sinforiano que tenía el fetiche de colgarles en la punta de su picha después del Acto.

No me arrepiento que mi gallo montara esta gallina; no me costó dinero alguno; viendo, con alegría, que los espermas que dejaba besaban todos sus pelos negros.

De vuelta a donde estaba nuestro amigo, este nos preguntó:

-¿Qué tal os ha ido?

-Superior, le contestamos ella y yo.

Y, después, ella:

-Ay, Sinforiano, esto es follar.

-Daniel de Culla